martes, 9 de diciembre de 2014

El bandidaje: la difícil y dramática vida en la génesis de Araucanía

Son variados los autores que mencionan los hechos del bandidaje en la Araucanía, en la ruralidad de los incipientes poblados de fines del siglo XIX e inicios del XX. Testigos presenciales de los hechos y que escribieron sobre ello (ver, por ejemplo, "Diez años en Araucanía 1889-1899", de Gustave Verniory) nos han ilustrado muchos hechos de sangre, protagonizados por bandidos de las más distintas edades, causantes de flagrantes atropellos a la dignidad humana y, lo peor, actores en los más horribles crímenes, como todos ellos, sin razón ni justificación. En relación con la mortandad ocurrida en la villa del Fuerte Temuco y sus alrededores, causada no sólo por enfermedades originadas por la insalubridad, el profesor Eduardo Pino Zapata, en su publicación del año 1969, "HISTORIA DE TEMUCO Biografía de la capital de La Frontera", señala: Ya en 1885 el primer oficial del Registro Civil, don Gabriel Victorino Sepúlveda llega a la ciudad e inicia sus labores el 12 de marzo de 1887, aunque las estadísticas de ese momento debieron ser francamente desoladoras porque en 1888, su primer año de trabajo y hasta 1895 esto parece haber sido un matadero humano sin ninguna perspectiva. En ese periodo habían nacido en la ciudad 2.102 personas y habían muerto 2.757. Los matrimonios llegaban a 490. Este desastre tenía algo de aparente y alguna justificación. En esos años una epidemia de viruelas y otra de cólera habían dejado una amplia brecha en los hogares recientemente formados y muchos otros no se tomaban la molestia de inscribir sus uniones legalmente ni de pasar por el Civil a sus hijos. Si a ello agregamos que muchos creyentes estimaban indecoroso el vinculo civil, como opuesto a lo religioso se comprenderá que las estadísticas exhibieran tan lastimosos índices. Claro que no todo eran razones sanitarias o doctrinarias ni los temucanos tan inocentes en la catástrofe demográfica que daba dimensiones crecientes al cementerio local, que seguramente ya tenia más habitantes que, la misma ciudad y a juzgar por una noticia  del periódico La Igualdad, también había que agregar otras razones ya que en 1892, decía “No hai día que no se de cuenta de robos i salteos tanto en los campos como en el centro de la ciudad”. Días sombríos, durante los cuales una vida humana valía muy poco y había que tener una vigorosa dosis de valor y audacia para sobrevivir e imponerse en una tierra en que todos querían enriquecerse de un modo u otro”. Esta calamidad perduró hasta más allá de las primeras tres décadas del siglo XX.

Uno de los tantos ejemplos de lo insano del ambiente que se vivía, es un hecho que documento seguidamente. Con fecha 23 de septiembre del año 1902, el oficial civil de Temuco practicó las inscripciones de las defunciones requeridas por el albañil de Temuco José del Carmen Zagal, con los testigos Policarpo Hormazábal y Avelino Sepúlveda. Con los números 560 y 561 quedaron estampadas, respectivamente, las constancias de los fallecimientos de Eduvijis Ávila, de 37 años de edad, casada con Eulojio Vásquez; y de Concepción Vásquez Ávila, una bebé de ocho meses de edad, hija de las personas antes mencionadas. La causa de muerte de estos seres fue por heridas de bala y brutales contusiones, ocurrida en la "bajada de piedras" en la hijuela del colono Enrique Greve. En el caso de la bebé, quedó registrado que su muerte fue ocasionada por el asesinato de bandidos.

Imagen de las partidas de defunción de Eduvijis Ávila y de su hijita, en Familysearch.org

Tres años más tarde, el semanario de Valparaíso "Sucesos", en su número del 22 de noviembre de 1906, publicó la información de un triple fusilamiento en Temuco, refiriéndose a este acontecimiento como un escarmiento a los delincuentes,  que eran la "principal causa del fracaso de casi todos nuestros ensayos de colonización," debida a "la impunidad de los bandidos, terror de los territorios del Sur". El magazine informó que el 9 de noviembre de 1906 se ejecutó el fusilamiento de José Miguel Martínez, José de la Rosa Luengo y Baldomero Giménez, dando una referencia de los hechos por los que éstos fuerion juszgados y sentenciados. Transcribo: "El 19 de Septiembre de 1902 llegó una partida de foragidos, compuesta de Pedro Valdés, que los capitaneaba; José de la Rosa Luengo, Pedro Pinilla (alias el Potoco), que no ha sido habido; Demófilo Mutul y otros, á casa de Eulogio Vásquez, en el lugar denominado el Pozón, en las afueras de Temuco, cercano á las «Siete Hijuelas». Los criminales llegaron preguntando á los dueños de casa por unas muchachas que allí se alojaban,y que eran conocidas de ellos; como se les contestara que no estaban allí, se entregaron al pillaje más desenfrenado". Luego prosigue: "Para empezar, descargaron sus chocos sobre Eulogio Vásquez, el dueño de casa, y en seguida á su mujer Eduvigis Ávila, á los que arrastraron hacia el río Cautín. En la casa que daban, ya cadáveres, Mercedes Vásquez, hijita de Eulogio, de 9 meses de edad, y una entenada de éste llamada Celia, de 15 años, y gravemente herido a bala Juan Garrido, cuñado de Vásquez, y Baldomero N., amigo de Garrido, con dos balas en un costado que le ocasionaron la muerte en el hospital de Temuco. Como se ve, la carnicería fué más que regular. De ella escaparon dos niñitos hijos de Vásquez, que dormían en una cuna; Pedro Valdés les abocó la carabina y disparó, pero gracias á que los niños estaban tapa dos con muchos sacos pudieron escapar ilesos. José de la Rosa Luengo fué el que arrastró á los esposos Vásquez hacia el Cautín. La mujer de éste, Eduvigis Avila, le pidió en sus últimos instantes que fuera á la casa y concluyera con sus demás hijos, para que no quedaran huérfanos: echarla al río y darle un segundo balazo fué la contestación. De estos desalmados quedaron José de la Rosa Luengo y Pedro Pinilla, cuyo paradero se ignora; Pedro Valdés fué muerto á golpes de hacha por Martínez y Wenceslao Córdova en los alrededores de Freire, hace poco tiempo. Los otros dos, José Miguel Martínez (alias el Coyocho) y Baldomero Giménez han pagado con la vida—junto con José Luengo —sus criminales actos.".
 
Imagen que ilustró la publicación en el citado ejemplar del magazine Sucesos

Tres días antes del fusilamiento, uno de los condenados solicitó la presencia del Notario de Temuco, para que escribiera su testamento, quedando indicados en él antecedentes que ahora son históricos, tales como su lugar de origen, edad, nombre de los padres, el nombre de la cónyuge e hijos y los bienes que declaró poseer hasta ese instante, lo que puede leerse en el texto de la imagen que cierra este post.
 
Este "escarmiento" no impidió que siguieran ocurriendo otras tropelías, hasta que se aumentó el personal de los Gendarmes de la Frontera y más tarde se organizara el Cuerpo de Carabineros del Ejército, precursor del actual cuerpo policial uniformado.

Texto del testamento de José Miguel Martínez, alias "El Coyocho", uno de los tres fusilados

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