sábado, 31 de diciembre de 2011

Puente Quino: superando el paso del tiempo y a los accidentes ferroviarios

Acceso Sur al puente Quino, en el kilómetro 634 de la línea central


Un poco de historia...

A inicios del año 1889 el Ferrocarril Central de Chile había extendido sus líneas por el Sur, desde la importante ciudad de Angol hasta la pequeña ciudad de Traiguén. Los nuevos estudios y propuestas de llevar la línea férrea por el centro del Territorio de Colonización fueron aprobados, debiendo entonces diseñarse un trazado que, comenzando en la estación Renaico, prosiguiera al fuerte Victoria y hasta Temuco. Con ese fin se encomendó el diseño de un viaducto que pudiera atravesar la profunda y extensa quebrada del río Malleco, en las afueras de la población de Collipulli, siendo aprobados los planos y cálculos del ingeniero chileno don Victorino Aurelio Lastarria. El puente de acero fue fabricado en Francia y terminado de instalar en el año 1890, siendo inaugurado por el gran promotor de obras de adelanto en Chile, el entonces presidente de la nación don José Manuel Balmaceda Fernández.

En ese afán de llegar hasta la capital de la recientemente creada Provincia de Cautín, la Comisión del Ferrocarril de Victoria a Toltén tenía como responsable de la ejecución de las obras a la sociedad North  & South American Construction Co., la que había subcontratado a la empresa Albarracín y Urrutia. Ésta era, en definitiva, la que ejecutaba las tareas en terreno abriendo fajas a través de la selva sureña, haciendo cortes en el terreno, rellenando con terraplenes y construyendo los puentes provisorios sobre los esteros y ríos, en espera de la llegada de los puentes metálicos, fabricados en Francia por la industria Schneider et Cie. En el mes de julio del año 1890 fue nombrado el ingeniero chileno Guillermo Fonck como jefe de la primera sección del trazado, comprendido entre Victoria y el estero Perquenco, un tramo de unos 20 kilómetros. Representantes actuales de aquella época son el bonito puente Tricauco, construido en albañilerìa, con ladrillos, el Chanco, el Quino, Salto y el Perquenco.

Estribo Sur del puente Quino, construido en albañilería en piedra

Una vez hechas las obras de albañilería e instalados los puentes metálicos, estos viaductos posibilitaron el cruce a pie más seguro de los ríos, por parte de los colonos que residían en sus hijuelas de los alrededores, así como el paso de los trenes que transportaban los materiales para proseguir la construcción de la vía hacia Temuco. Finalmente, el día de Año Nuevo del año 1893, el tren llegó a la capital de la Provincia. Así mismo, 1893 representa el año en que fueron fabricados los definitivos puentes ferroviarios de acero para el cruce de las quebradas de los esteros Chanco, Quino, Salto y Quillem.

Puente Quino, placa del fabricante

El cálculo para el diseño de estos puentes fue pensado en una época en la que aún no circulaban por esta región de Chile locomotoras de más de 70 toneladas de peso, por lo que en el transcurso de la primera década del siglo XX se avisoró el término de la vida útil de esas obras de ingeniería, incluido el gran viaducto sobre el Malleco. Una serie de estudios llevaron a que la solución más económica para enfrentar el problema del aumento de peso del equipo ferroviario fuera el reforzamiento de aquellas estructuras. Se escogieron variadas técnicas, como los refuerzos directos e indirectos, permitiendo así la llegada al Sur del Malleco de locomotoras del tipo 70 (Mikados) y 80 (Montañas), que permitían traccionar trenes de mayor tonelaje. Hacia finales de los años 1920 e inicios de los 1930 se efectuaron las reparaciones y reforzamientos de los principales puentes, entre ellos el que cruza el río Quino, ubicado en el kilómetro 634 de la línea central, entre las estaciones de Victoria y Pua. Originalmente, el puente consistía en una estructura de viga continua, una especie de largos cajones, compuesto de cuatro tramos continuos de 50 metros cada uno, montados sobre tres pilares metálicos y estribos de albañilería de piedra en sus extremos. En la imagen siguiente se observa el puente sobre el río Quillem, con su estructura original (sin los actuales reforzamientos), que ilustra la llamada viga continua, a semejanza del montaje inicial del Quino.


Para el reforzamiento del puente Quino fue seleccionado el método "indirecto, tipo E", en el que a las vigas de los tramos continuos se le agrega un tercer cordón en las zonas adyacentes a los apoyos intermedios ("Refuerzo de Puentes Metálicos en los FF.CC. del E. (Chile)", por Julio Tapia Cabezas, ingeniero civil, jefe de cálculo de puentes de los FF.CC. del E. (Chile), Santiago de Chile,Talleres Gráficos de los Ferrocarriles del Estado, 1945).


Antigua imagen del puente Quino, ya  con el refuerzo indirecto tipo "E"

Una vez reforzados los puentes, trenes con mayor capacidad de transporte de carga, traccionados por las  pesadas locomotoras tipos 70 y 80 (ver un post titulado "Hermosas Mikados y Montañas") pudieron  por vez primera circular por esta zona del país, aunque igualmente continuaron en circulación las más abundante y nobles locomotoras tipo 56 y 57.


Un recuerdo, desde el pasado...

A casi ya 120 años desde su fabricación, y más de 80 años desde su principal reforzamiento, el puente Quino ha experimentado los sismos de diferentes décadas y ha sufrido las consecuencias de accidentes sobre su estructura. Los desrrielos o descarrilamientos han dejado su huella en él, testimoniado en las abolladuras y torceduras en algunas de sus vigas producidas por el impacto de equipo ferroviario, especialmente de trenes de carga, el último de gravedad, hacen ya unos tres años, ocurrido a un tren de la empresa FEPASA S.A. Un ex ferroviario, don Luis Bahamondes Mena (ver Revista "Andes del Sur"), relata un grave accidente ocurrido en el puente Quino, que debió haber ocurrido hacia fines de la década de los años 1960: "En una oportunidad un descarrilamiento de un tren de carga en el puente Quino, entre las estaciones de Victoria y Púa, quedando interrumpido el tráfico de trenes del sur y del norte del país, por más de ocho meses, quedando el puente destruido y quebrado en sus bases que eran de fierro e incluso cayeron varios carros al río con su mercadería. En vista de esta situación los jefes máximos de la empresa tuvieron una iniciativa de hacer circular los trenes tanto del norte como del sur, vía Renaico, Traiguén y Púa".

El autor de este Blog ha recibido un gentil aporte de la señora Patricia Schifferle Coloma, victoriense, autora de los libros "Nuestras raíces suizas" y "Colonización extranjera en La Frontera: Lautaro, Quillem y Galvarino 1885-1891", quien, desde un álbum de su familia, ha querido compartir una fotografía que ilustra aquel hecho. La señora Schifferle, y una amiga de ella, doña Patricia Arias Jara, han recordado imágenes presenciales de aquel accidente, el que le ocurrió a un tren "... cargado de latas de conservas: duraznos y esas cosas. La gente fue en tropel a recoger tarros ..." La señora Arias replica: "Yo hacía clases en Púa y las donaciones para una fiesta de la Escuela eran tarros de conserva sin etiquetas. Sí que fue divertido; había que abrirlos y ver de qué eran..."

La imagen demuestra la gravedad del accidente, en la que se logra apreciar la fractura y desplazamiento de durmientes (que afirman los rieles). Varios carros bodega quedaron montados y otros se deslizaron dentro de la estructura, quedando colgados de ella. Estos últimos debieron ser los que aportaron a los habitantes del lugar de esa mercadería caída desde el cielo.

Fotografía hecha por don Rolando Schifferli Brupbacher, padre de la Sra. Patricia Schifferle Coloma
(editada por el autor de este Blog)

Es interesante apreciar que estas estructuras del siglo XIX soporten tanta carga dinámica, y que, pese a haber sido reforzadas, sigan en la actualidad soportando aún mayor peso para el que fueron diseñadas.
El puente Quino, como muchos otros de la red ferroviaria chilena, ha permitido la conexión de la vía hacía el Sur y Norte del río que le da su nombre, siendo testigo del paso del tiempo, de diferentes generaciones de habitantes del lugar descendientes de las familias mapuches y de los primitivos colonos europeos, y de la evolución de las locomotoras: desde las livianas locomotoras a vapor Rogers (1880-1890), pasando por las Borsig (1903), las North British (1908), las Baldwin (1913), Mikado 70 (1919), Montaña 80 (1930) y las más modernas Diesel eléctricas de todo tipo y tamaño, hasta la actualidad.

El Quino, a mediodía del 8 de diciembre del año 2009

sábado, 23 de julio de 2011

El naufragado "Flamstead", en el relato de Gustave Verniory

En febrero del año 1897 el ingeniero belga Gustave Verniory, debido a la paralización de faenas de construcción de la vía férrea de Temuco a Pitrufquén, decide tomarse unas vacaciones en la costa de Araucanía, en el sector de la desembocadura del río Imperial. Junto a Louis Chanceaulme y a "Candelario",  el mozo de éste, hace una viaje a caballo, bordeando el río Cautín hasta Nueva Imperial, para proseguir hasta Carahue, en donde se alojan "en un excelente hotel". AL día siguiente continúan su viaje, atravesando en balsa el río y llegando a Bajo Imperial, actual localidad de Puerto Saavedra. Desean asearse, pero descubren que aquella aldea no posee un hotel, pero un comerciante oportunista, Julio Cabeza, les ofrece diversos servicios aprovechándose de estos turistas (Verniory lo describe como "el abusador de Cabeza"). Más tarde buscan infructuosamente una cabañita con vista a la playa. Verniory relata: "Entonces tenemos una idea que yo califico modestamente de genial. Algunas leguas hacia el sur, hay un gran barco naufragado. ¿Por qué no nos instalamos dentro de los restos? Galopan por la playa hacia el sur, cruzando el desagüe del lago Budi, y luego de unas siete leguas, llegan hasta el "Vlamstead" (así lo escribe Verniory).
El Flamstead fue un buque perteneciente a la compañía "Lamport & Holt", de unas 3.381 toneladas, que naufragó el 27 de marzo de 1892, luego de haber cruzado el Atlántico tras haber iniciado su viaje en Liverpool. El Flamstead "que venía de Amberes, fue arrojado a la costa una noche de tempestad hace tres o cuatro años. Según lo que me cuentan, había fiesta a bordo; capitán y piloto estaban más o menos ebrios. Un solo pasajero, un portugués, se ahogó. La carga, de valor de más de cuatro millones de francos, fue casi enteramente salvada. Se ven todavía en la playa restos de grandes galpones construidos para salvar la mercadería, principalmente cemento. El barco mismo fue abandonado; no queda más, hoy día, que la imponente armazón. Los muebles, el maderamen, las puertas, los pisos, fueron robados por quien quiso. Recientemente, carpinteros de Bajo Imperial sacaban las últimas piezas de madera. El buque puede tener 120 a 140 metros de largo. Ignoro su tonelaje, pero debió ser sobervio, tan grande como el "Potosí" en que yo me vine".



El "Flamstead", naufragado entre Puerto Saavedra y Toltén
(Colección Museo Histórico y Antropológico Mauricio de Maele, Valdivia, en "Centenario de 1910")

Como la marea está baja, estos exploradores acceden al naufragio, dándose cuenta de que es imposible ocuparlo como alojamiento, al no existir ya ninguna cabina. "Solamente encontramos un inmenso conjunto de planchas oxidadas sin el menor rastro de maderas. La armazón es de tal manera sonora que a cada ola que golpea sus flancos resuena un estruendo ensordecedor. Habría sido en todo caso imposible dormir allí. Decididamente mi idea "genial" no es realizable." Regresan a Carahue y, unos días después, Verniory regresa al lugar con el hermano de Louis Chanceaulme, Pierre. "Esta vez he traído mi Winchester. La punta del gran mástil está coronada por una gran bola dorada que brilla al sol. Nos entretenemos disparándole con nuestras carabinas hasta demolerla. Nos traemos algunos trozos como recuerdo".

(Relato de Gustave Verniory en "Diez años en Araucanía 1889-1899", Primera Edición, 1975, Ediciones de la Universidad de Chile; Cuarta Edición, 2005, Editorial Pehuén)

En el transcurso de los años el sitio del naufragio y los restos del Flamstead fueron el destino preferido de cientos de turistas, que, en variados medios de transporte, llegaban a visitar esa particular zona costera de La Araucanía. La acción humana, así como el agua marina, la acción de las mareas y la exposición a los implacables agentes naturales terminaron por ir haciendo desaparecer de la vista a aquel vapor de transporte de mercancías. Es así como, en la década de los años 1930, ya sólo era posible visitar la proa de aquel otrora gran buque, lo que puede observarse en la siguiente imagen, cedida a este autor de "Araucanía: historias y patrimonio" por don Tomás Ramírez Álvarez, quien la tomó de un antiguo álbum familiar. Indica el señor Ramírez que la fotografía original fue hecha por el entonces vecino de Carahue don Axel Jorgensen Valck, entre los años 1936 a 1938.